Bruno Mendez presenta su libro “Nunca”

El joven escritor de la ciudad de Trevelin presentara este viernes su libro “Nunca” en el encuentro de escritores que se estará desarrollando este fin de semana en la ciudad de Esquel.

Lo hará en las instalaciones del Melipal a las 21:20 horas, en este sentido Bruno Mendez dijo que “estoy my contento de poder presentar mi último libro en la ciudad de Esquel y en un marco tan importante como es el encuentro de escritores”.

Además dijo que “quiero agradecer el apoyo constate de la Secretaria de Cultura de la Provincia y de la Secretaria de Cultura y Educación de la Municipalidad de Trevelin y a toda mi familia”, conluyó.

Prólogo de «nunca»

Querido Bruno:

te escribo porque hace algunas semanas me pediste que escribiera un prólogo para tu libro. Y yo pensé y pensé. Y me di cuenta de que no sabía exactamente qué iba a escribir porque, en realidad, yo casi nunca leo los prólogos. Sólo leo algunos, cuando el libro me gustó mucho, y siempre los leo al final. (Así que encomendarme a mí la tarea de prologar Nunca no sé si fue muy acertado de tu parte). Prometo hacer un esfuerzo que esté a la altura de lo que me honra el pedido.
Tiene sentido, pienso, leer los prólogos al final. Porque lo que a uno le pasa cuando termina de leer un libro, diría, casi la totalidad de las veces, es querer hablar de ese libro con alguien. Cuando terminé de leer Nunca la primera vez, eso fue exactamente lo que necesité: aunque sea leerle algunos de estos poemas a alguien, pensé. Pienso que leer un texto escrito por alguien que ya ha leído el libro, es una manera posible y al alcance de la mano que tenemos de empezar una conversación. En esta consideración dejo de lado la discusión de si el prólogo debe colocarse o no al comienzo del libro. De alguna manera, un prólogo considerado de esta manera, vendría a hacer las veces de compañía para el lector que, en esa soledad descomunal que se siente ante el punto final de un texto, necesita esa mano tendida desde donde sea. Y qué mejor que sea el propio libro quien se la tienda. Un lector, escondido en las líneas en prosa del comienzo (o al final) listo para tener esa conversación. Haga este prólogo entonces de posible interlocutor del lector solitario. Y, mientras tanto, sea la invitación a la lectura de tus poemas para los desprejuiciados que no le teman a empezar el libro desde acá.

Leer el prólogo de un libro de poesía resulta, entonces, probablemente una contradicción. Y escribirlo, quizás, una falta de respeto. Lo no dicho, lo silenciado, lo que es solamente un susurro o lo que ha sido apenas sugerido, emerge en la poesía con la fuerza que solemos atribuirle a la palabra. No sabemos, al leer poesía, si el poema es aquello que se ve, aquello que la vista recorre confiada, lectora frecuente, o es aquello que escondido nos espía, acecha. La maestría de la mano del poeta construye con delicadeza estos senderos.
La prosa de este prólogo, línea horizontal, funciona solamente como una orilla, el margen, como el borde en apenas movimiento de algo enorme. Este prólogo es eso: sólo un borde.

Me pregunto si leer estos poemas, estos poemas contenidos todos y cada uno dentro de la palabra nunca, no será de alguna manera ser inevitablemente ese borde. Un borde que toque apenas con la mano lo terrible, lo indecible, lo que no nos parecía siquiera probable. Me arrasa la marea de poemas respondiéndome casi con un grito: No, leer estos poemas que son Nunca es ser exactamente lo opuesto al borde (si es que tal cosa realmente existe). Desde la primera palabra del primer poema hasta la última del poema final, debemos estar dispuestos a ser el todo. Y olvidar la tibieza, el lujo de lo sugerido. Aquí todo lo por decir ha sido dicho. Y lo imposible no existe.

Hay en este libro unos poemas que, tomando quizás por asalto el silencio, lo no dicho, la tibieza de algo apenas insinuado, se apoderan de lo terrible y lo convierten de principio a fin en palabra. Hay aquí un poeta que no nos permite torcer la vista ante lo incómodo, nos convierte en espías y una vez allí adentro, nada vuelve a ser igual. Hemos abandonado el lujo de una lectura lineal, hemos dejado, de pronto, la superficie. Una vez adentro, la palabra que zanja con intensidad el poema nos absorbe.
Nos permite ver, incluso, al poeta que le canta a su amada. No hay allí la promesa de un universo por venir. La palabra talla con el dolor y la maravilla que la promesa es lo que ya ha sido. El futuro, círculo indecible, es lo que ya se ha anunciado. El poeta no calla, atraviesa el poema corriendo con su otra mano el terror. Con piedad nos permite –y sólo a veces– apenas rasgar la lectura de unas verdades atrapadas, que de tan terribles (que de tan maravillosas) deben ser contenidas. Miramos, lectores respetuosos, a través de esas barras que las contienen. Para ese entonces, no sabemos cómo hemos llegado hasta ahí.

Si existía la posibilidad de que nunca fuera algo más. Si había una mínima posibilidad de que nunca significara algo más que esa zanja intransitable, ese término acabado, llega por fin el poema y nos salva. Porque en este libro, Nunca, pasa lo impensado. En este libro de poemas, caerse significa elevarse.

Nada de lo dicho aquí es más que una lectura, la primera, la mía. Te saludo esperando que estas palabras sean las que necesitabas o casi. Mientras tanto, empiezo de nuevo el círculo, este libro, redondo como su nombre.

Tu lectora,
Florencia Stamponi

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